De los días de lluvia

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Mafalda

Los días de lluvia se han hecho para quedarte en casa con un chocolate caliente mirando melancólicamente por la ventana o para salir a la calle con el paraguas más estrambótico y la sonrisa más desafiante a comerte el mundo. Yo soy de esto último. Lee el resto de esta entrada

De los WC públicos (y cosas que hacer en ellos)

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Es curioso el contrabando entre chicas en los váteres públicos.
-No hay papel, ¿tú tienes? Pásame un trozo, tía…
-Toma un kleenex, el rollo está vacío.
Y se pasa un pañuelo por debajo de los paneles separadores como la que está pasando hachís de primerísima calidad. Lee el resto de esta entrada

De la enajenación sexual transitoria

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¡Una cerveza, tía! ¡Tenemos que quedar para tomarnos una cerveza! bueno, yo sin alcohol
Para estirar de la lengua a Carolina primero tengo que explicarle detalles morbosos de mi vida, aún le cuesta admitir que es una mujer adúltera y necesita empatizar. Lee el resto de esta entrada

De mi carácter matutino (de mierda)

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Hilda café

Querido diario:
Hoy no me he levantado dando un salto mortal como cantaban los Hombres G. Más bien he salido reptando de la cama con mi sexycamiseta de tirantes convertida en un harapo arrugado que deja escapar una de mis tetas (la derecha), perdiendo todo glamour y dignidad, para ir a la cocina y prepararme un café de esos que no hacen efecto hasta las tres de la tarde.

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De las comidas encima de la cama de un hotel

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Bacanal romana

Cuando salí de trabajar ya lo tenía todo preparado y sólo tuve que conducir unos kilómetros hasta ese hotel donde ya me esperaba adormilado. -Joder, tampoco he tardado tanto! Si quieres me voy y continúas la siesta, eh? Es broma, es broma…-
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De mis fetos llorones y pesados

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Madre e hijo – Botero

Hoy me he puesto nostálgica y me ha dado por mirar fotos de mis hijos cuando eran bebés.
Eran horribles! Cómo pudo engendrar mi útero unos embriones así?
El tiempo les ha mejorado, menos mal, ahora son unos chicos muy guapos, guapísimos, y antes fueron niños monos, monísimos, pero en el momento en el que salieron por la rampa de lanzamiento Lee el resto de esta entrada

De la odisea de hacer mi maleta

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Misión imposible es que te quepa en la maleta de vuelta toda la ropa que te has llevado de ida sin que te sobre, como mínimo un jersey de lana.
O unos pantalones de pijama, y si sobran te los enrollas en cuello a modo de bufanda y además de ir caliente, posiblemente crearás tendencia (el aeropuerto de Sevilla fue testigo de una de mis excentricidades). Lee el resto de esta entrada

De mis mocos (los muy cretinos)

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La mujer enferma Jan Steen

De dónde coño salen tantos mocos? Llevo sin parar de sonarme más de una semana y no tiene pinta de remitir! Joder! Que mi cabeza no es tan grande! Me la imagino rellena de eso pringoso, y descontando lo que ya tengo habitualmente en ella (el cerebro, o la lengua por ejemplo) no da para tantos metros cúbicos o decilitros o como mierda se midan esas viscosidades verdes.
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De mi verano (veranazo)

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Viajar

Un verano lleno de reguetones, madrugones y revolcones

Si tuviera que poner un título a mi verano sería este.

En Junio no tenía ni idea que al final del verano tendría tantos recuerdos, que incluso tengo material para hacer un trabajo de fin de carrera de Sociología. Lee el resto de esta entrada

De mi noche Romántica venida a menos

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Taconazos

Un WhatsApp esta mañana a las 11:30 de mi mejor amiga:
«Tía, cuéntamelo todo! Cómo fue? Yo estoy en la playa y tú? En algún hotelito romántico?»
Respuesta: «Durmiendo en mi cama. Luego te cuento»

Pues anoche tuve una cita con él. Lee el resto de esta entrada

De mi Guiri (Alto, altísimo)

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Para sentirte imbécil no hay nada como salir de la ducha y ponerte a cocinar con el consiguiente olorcillo a fritanga, que tienes que volver a ducharte y quemar toda la ropa (yo la lavo, es más económico), porque queda impregnada de olor a… eso indescriptible. Hice una tortilla de patatas tamaño King Size para mi polaco. Bueno, y para nosotros, que también nos gusta mucho. Lee el resto de esta entrada

Del Zorreo de Carla y Raquel

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Marilyn Monroe. teléfono

Cuenta, cuenta… Que Carla y Raquel qué?

Estas dos acaban de llegar a mi vida. Hace poco más de seis meses que estoy enganchada a sus historias, incluso mi ángel de la guarda-amiga-confidente se ha puesto un poco celosilla. Que la voy a cambiar por ese par de golfas, dice! Y no la cambio por nadie, a no ser que me llame Carla y me diga:

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De aquellos viajes, no aptos para cobardes.

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Una aventura el puenting? El interrail? Tener sexo esporádico sin condón?
Ja!
Una aventura era cruzarse la Península Ibérica con su Meseta Central, su Puerto de Pajares y todas sus carreteruchas regionales en los años 60, 70 y 80 en Agosto. Sin aire acondicionado o nada que se le pareciera (la botella de agua congelada no llegaba ni fresquita a la siete de la mañana). Lee el resto de esta entrada

Del ritual de la depilación y sus razones (el vino)

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Todo empieza con un plan:
● Vamos esta tarde a la playa?
● Te invito a comer. Los dos solos, tu vino favorito, nadie en mi casa…
● Salimos de fiesta, MariCarmen, porfa? Me pondré la minifalda, y tú?
● Dos años de la última citología ya? Joder, joder…

Y me miro las piernas. Si me paso la SilkEpil puede pasar, pero más arriba hay una catástrofe que sólo puede remediar la cera y unas manos expertas.
En realidad a mi ginecóloga le importa tres pitos mis pelos de más, a mi amiga incluso le divierte que le enseñe mis pelajos:
-Mira, ves cómo no me tenía que haber puesto la falda? Si es que me lías…
En la playa si no me muevo demasiado pueden pasar, incluso desapercibidos.
Pero…
Una invitación…
A mi vino favorito…
Y los niños colocados con su madre que vive a diez quilómetros…
Incomunicados…
Se merece la visita al primer sitio que depilen exprés. Que mi vino favorito se lo merece, y aunque después de las tres copas que me beberé (copas de esas grandes que yo utilizo de florero) no me importará si voy depilada o con las bragas de mi abuela (es una expresión, yo no utilizo esas bragas), y después del revolcón me habrá parecido incluso un despilfarro ir a depilarme (porque vaya precios, coño!) y tendré que ir a la playa aunque no me apetezca para rentabilizar el gasto (y así cojo color, que empiezo a hablar sueco)
Voy al sitio ese, tengo varios favoritos (soy algo casquivana, ya me conocéis), me empapo de bodas, romances y funerales de las revistas, acepto un café que me ofrecen (hacer gasto, con lo que cobran…), tuiteo dos chorradas (pero muy graciosas) y me llaman. O sale el número que tengo hecho una bolita en el pantalón del vaquero (me he tenido que poner vaqueros, con estos pelos…).
-Túmbate, ponte estas braguitas y ahora vengo.
Y me deja en bragas (de papel) la muy zorra, tumbada en una camilla en la que no quepo ni de lado (aquí he exagerado un poco), pensando en el ridículo que haría si ahora se declarase un incendio.
-Qué vamos a hacer?
No te jode! Un cunnilingus, si te parece! (Eso lo pensé, no soy tan borde) He venido a depilarme, recuerdas? Medias piernas y brasileñas. No, no, caribeñas. Ay, qué lío (siempre me lío), tú vete quitando, ya te aviso yo.
Y me da conversación. Perdona bonita, pero prefiero que me des un Valium o Morfina. Que qué calor (o qué frío, también me depilo en invierno), que ya tenemos aquí las vacaciones, que estira aquí y respira hondo…
Y me pregunto si merece la pena, y me arrepiento. Tarde. Demasiado tarde. Y me acuerdo del momento en el que paría (una de las veces que parí), que pensaba: Pues mira, ahora no me apetece quedarme embarazada, que se detengan las contracciones y me receten la píldora.
Pues lo mismo, pero sin bebé.
El vino exquisito.

De los abanicos

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Mujer detrás del abanico-Maleta de Recortes

Ya ha llegado la época de abanicarse, y yo tengo unos cuantos que he ido recolectando por los cajones, propios y ajenos. Los de mamá, quiero decir, no voy robando abanicos por ahí. Por lo menos de momento.
Los tengo de todos los colores, de todas las texturas y de todos los sonidos. Sí, sí, sonidos. Ese ruidito que hace al abrirse, y que hace que salga mi vena folclórica. Que me cambia hasta el acento!
-Ohú, qué caló!
Y lo cierro:
-Miarma -señalando con el abanico cerrado- una servesita de esas, ar favor!
Y lo vuelvo a abrir sonoramente. Porque los abanicos se abren con soberbia, y arrogancia, mirando alto, haciendo que te miren y piensen: La joía, qué fresquita está! Y abrirme el escote y abanicarme sin pizca de pudor de arriba a abajo. En verano está todo permitido.
Y conocer el lenguaje secreto y decirle al camarero con gestos que la cerveza la quiero con un chorrito de limón, y como no conozco esa jerga me fastidio y se lo digo cuando me la trae y el pobre tiene que dar otro viaje a la barra. Sin abanico, ya ves…
O hacerle señales a cualquiera de esos adonis que se se sientan en las terrazas y decirles:
a) Que sepas que si intentaras besarme no opondría ninguna resistencia.
b) Ni me mires, mis hijos me vigilan. Apunta mi móvil: 6… 2… (cómo serán los números en lenguaje abanico?)
c) Nos conocemos, tú no eres el dependiente de esa tienda de telefonía móvil que… deja, deja, esta conversación es muy complicada para un abanico. Le guiño un ojo, que es más directo.
Me encanta ponerle énfasis a mis conversaciones dando golpecitos con él y señalar al cielo, y a un señor que pasaba por ahí, incluso rascarme con él. Es una prolongación de mi mano, y si los mosquitos me han picado los tobillos no necesito agacharme para desollarme. Además es un artilugio que puedes encontrarte en cualquier sitio y circunstancia. A una beata abanicándose en misa de doce con un abanico sobrio y de puntillas negras, o a mí en la playa con uno de colores chillones estrujándome la parte de arriba del biquini del exceso de agua (el glamour y yo nunca nos hemos llevado bien).
O el mismo abanico de los chinos en un funeral en Agosto, y simultáneamente en una fiesta after en Pachá Ibiza.
Ahora me estoy abanicando con el número uno de una colección que no acabé: «Abanicos» (asombroso título), aunque creo que voy a poner el aire acondicionado, es menos romántico pero más práctico, dónde va a parar!